dedicatoria

Este blog esta dedicado a esos seres de cuatro patas que nos acompañan a lo largo de nuestras vidas. Y que con su profundo respeto, fidelidad y cariño; nos demuestran como se comporta un verdadero amigo.

Y en especial lo dedico a mis tres perritas Shila, Duna y Lluna.

Y a mi querida Nala, que aunque su cuerpo ya no se encuentra conmigo, ella sigue muy presente en mi corazón.


miércoles, 27 de enero de 2010

a modo de introducción


Desde que era niña, me inculcaron el amor hacía los animales.
Desde mi más tierna infancia, recuerdo a mi padre contar maravillosas historias sobre sus mascotas. Eran otros tiempos en los que el se crió. Y por eso lo mismo hablaba de perros, que de gatos, de gallinas, que de caballos. De todos ellos tenía en su casa, con todos ellos convivió, y de todos hizo sus mascotas.
Yo no tuve tanta suerte, en mi casa se amaba a los animales. Pero mi madre lo más que nos permitía tener era un canario. Así que mi hermano y yo, adoptábamos a los gatos que se acercaban a nuestra terraza y les dejábamos las sobras de las comidas y agua. A cambio ellos agradecidos, nos dejaban acariciarlos y jugar con ellos cuando venían.
En la calle también teníamos adoptado al perro callejero de turno que vivía por la zona, al que alimentábamos y cuidábamos toda la panda. Venia con nosotros a todos sitios, menos a dormir. Pero para eso , le teníamos preparado un buen sitio con cartones y toallas en el solar donde le poniamos la comida.
Pero mi padre, que añoraba más que nosotros no tener un peludito en casa, se encontro un dia una perrita refugiada en el bajo donde nos estabamos construyendo nuestra nueva casa. Primero vino dando lastimitas y diciendo que le llevaria comidita y la dejaria refugiarse allí. Y poquito a poquito la fué trayendo hasta que convenció a mi madre y la hizó la reina de casa.
La llamamos Liri y era, como diría mi amiga Emibel, una mil leches. Pero a lista, me la juego.
Yo siempre he dicho y mantengo, que los animales que se recogen vagabundos son mucho mas listos y agradecidos, porque saben lo que es sufrir y luchar. La tuvimos muchos años y lo más curioso, cuando era muy viejita desapareció. Se fué y no la pudimos encontrar por más que la buscamos. Aquel día habíamos subido al chalet como tantos domingos y ella venía con nosotros.
Se conocía todo aquello como la palma de su mano, se llevaba recorriendo todos aquellos alrededores desde que era un cachorillo. Subíamos todos los domingos y en verano nos quedabamos a pasar los tres meses y ella siempre con nosotros. Y ese día llegamos, salió a dar una vuelta, y no regresó.

Sintió que se moria y no quiso que lo presenciaramos? . . . . . . . . .

se fué a morir sola? . . . . . . . . .

con la duda nos quedamos.

Ni viva ni muerta, nunca la volvimos a ver.

SUBIR HACIA ARRIBA . . .